sábado, 31 de marzo de 2012


The Gremlins (1984 - Dir. Joe Dante)




Mi gato es una mezcla de Gizmo y Rayita, sí, un adorable y un psicópata en el mismo cuerpo peludo. 

Hace un par de días se me ocurrió ver por enésima vez esta película ochentera llamada “the Gremlins” y no pude dejar se hacer la analogía con mi queridísima mascota. Es que tener una mascota es complejo y sobre todo cuando pasa de bolita de pelos a monstruo reptiliano. De chica la vi muchas veces, pero no me cayó la teja. Siempre tuvimos muchas mascotas, pero la verdad es que eran mas de la casa que mías, siempre fuimos buenos para tener animalitos. En mi casa llegamos a tener 9 perros, un gato inmortal y  un hamster al que le apasionaba  esconderse debajo del piso y las paredes, y había que sacarlo a punta de martillazos, todos amontonados al mismo tiempo. Pero cuando el Hilo llego a mi vida, lo entendí realmente; es que no puedo dejar de ponerme en el lugar de Billy, y sí, pueden haber muchas reglas que cumplir, pero uno comete errores, los humanos nos equivocamos y así como él, alimento a su pequeña criatura después de las 12 de la noche, yo no me puedo sacar al minino de la cama.

Pero bueno, partamos por el principio. Todo comienza en una extraña tienda, de un extraño señor chino, en un extraño barrio de New york. El padre de Billy (el jovencito de la historia), busca un regalo de navidad, pero como era medio inventor, medio loco, medio original, no se le ocurre mejor idea que buscarlo en esta extraña tienda. Entre todos los cachureos se encuentra un Mogwai, que significa en cantonés "espíritu maligno", pero, como por supuesto nadie anda sabiendo cantonés por la vida, se enamora de la peluda criatura y  decide comprarlo, creyendo haber encontrado el regalo perfecto. Pero sorpresa!, no está a la venta, (el vendedor le advierte que es peligroso y además tenerlo conlleva muchas responsabilidades onda spiderman), en fin, no se vende, pero el señor chino tiene un malandrín de nieto que, sin su consentimiento, se lo vende igual. El señor Peltzer (padre de Billy), feliz con el regalo para su hijo, llega a casa y se lo entrega, es imposible esperar hasta navidad,  así que Billy lo abre enseguida. La familia completa; mamá, papá e hijo, quedan totalmente fascinados con la preciosura que está dentro de la  jaula, una criaturita de unos 15 centímetros, con ojos de gato con botas, pelitos café con leche, orejitas largas y juguetonas. Un verdadero querubín, deciden llamarlo Gizmo.  El padre de billy, repite con énfasis las reglas entregadas por la sabandija mercenaria del nieto, que son más o menos así:

-   No lo expongas a la luz solar ni brillante, eso lo mataría
-   No lo mojes, por nada del mundo
-   Y jamás, pero jamás, pero jamás, lo alimentes después de media noche.

Por supuesto que el conflicto de la película se desata cuando se rompen las reglas. Billy invita a un amigo a casa ( Corey Feldman, Bocon en “The Goonies”) y mientras están charlando, se derrama un vaso de agua sobre Gizmo, algo extraño, comienza a suceder, de su espalda comienzan a salir pequeñas bolitas de pelos  que se convierten en nuevos  Mogwai, y de tener 1, Billy pasa a tener 5, pero estos nuevos visitantes no son como Gizmo, son mas alocados, jóvenes y alocados. Pero que tan malos podrían ser, si son igual de tiernos que Gizmo ¡pero no señor!, estas sabandijas peludas engañan a Billy y consiguen que los alimente,  pasadas las 12 hrs. La cosa es que, de pequeñas bolitas de pelos, pasan a unos reptilianos punkis, liderados por uno de ellos, con un mohicano blanco en su cabeza, llamado Rayita (lejos mi personaje favorito), rebeldes sin causa, alocados como verdaderos borrachos, unos puta madre. Comienza a quedar la grande en el pueblo, autos chocados, alguaciles que no entienden nada, damiselas en peligro (dentro de esas está la posible novia de Billy), ancianas arrojadas por las ventanas, etc, etc,  etc.

Si bien la película, no es la joya del séptimo arte, ni logra trastocarte la vida entera con su argumento,  Yo la rescato de la bien ponderada vitrina hollywoodense porque me pude ver en Billy, y lo que me llevó a comentarla en este humilde pero bacanísimo blog, es la relación entre Billy y Gizmo (el mogwai del comienzo, el original). Es que a pesar de todo, es eso lo que nos pasa con nuestras mascotas,  jamás  lo abandona, lo cuida como un tesoro dentro de su mochila, lo lleva a todas partes,  a pesar de que ya sabe con la chichita que se esta curando, y corriendo todos los riesgos, se queda con su Gizmo.


Es que cuando uno tiene una mascota, da lo mismo lo que sea, un gato, un perro, una araña, un chanchito de tierra o un gremlin, uno es capaz de cualquier cosa, es tu compañero de aventuras, es al que le cuentas tus penas antes de que llegue el amigo incondicional a darse la paja, el que te espera siempre, cuando llegas borracha, cuando llegas contenta, cuando llegas dañada y hasta cuando no llegas, el que te guarda los secretos, todos los secretos, el que te observa cuando invitas al niño que te gusta gusta o cuando invitas al que no te gusta pero igual y te ronronea cerquita como queriéndote decir “mañana te vas a arrepentir”…

La verdad es que esto se trata de mi gato,  es  que es un particular, no digamos que es una mascota  cariñosa, mas bien nada de cariñosa, o quizás si lo es, pero de una forma que solo el entiende y no sabe ronronear,  ni maullar, ni tomar agua como los gatos normales,  conversa con las palomas desde el balcón en un idioma extraño y terrorífico, tiene una habilidad psicopática con sus garritas y se roba   las cosas de los cajones, me ha destruido desde computadores hasta zapatos, corre como endemoniado por el departamento y se queda mirando a la nada, onda escucho gente muerta, de todo el tiempo que lo tengo parezco adolescente emo en la peor de sus crisis con todos los rasguñones que tengo marcados en los brazos.  Mis amigos lo molestan y me molestan, dicen que no le enseño, que no le pongo reglas, que la que manda debiera ser yo y toda la cháchara amo-mascota que todos saben, pero con mi gatito las cosas son entretenidas, nos entendemos y nos acompañamos. Así como yo aguanto su psicopatía, el aguanta mi histeria y mis bipolaridades, somos amigos y lo pasamos bien. A veces he dicho, 'por qué no me toco un gatito común', pero la mayoría de los días, cuando llego a mi casa y me mira con sus ojitos juntos y saltones, con su cola negra y sus bigotes largos, soy tan feliz como Billy con su mogwai, y me siento muy afortunada de que me haya escogido a mí. Hilo mi gato regalón. 


                                           -Señorita Miel.