Rambo (1982 - Dir. Ted Kotcheff)
Mido 1,50 y soy entera violenta…
Siempre he confundido - no sé si por mi falta de memoria o
por la participación del mismo actor-
estas dos películas; Rambo y Rocky, pero esta reseña en particular trata
de la primera.
Jhon James Rambo es un hombre que peleó en la guerra de
Vietnam, por lo tanto trae consigo una pila de daños inimaginables. No solo
peleó, fue líder de un superescuadrón de las fuerzas especiales gringas, fue
torturado, golpeado, atormentado y vapuleado por cuanto chino vietnamita se le
cruzó por delante, pero dio cara y logró volver a su país al terminar la
guerra. Pero por supuesto que con toda la cantidad de daños que traía consigo,
el pobre Jhony difícilmente volvería a ser un ciudadano común y ni más ni
menos, llego convertido en tremendo sociópata. Este perfil uno se lo hace ya
casi al final de la película, eso sí, así que comencemos por el principio.
Como este loquito no vacilaba la vida cotidiana, onda
comprar el pan y ver las noticias, se hace el ánimo y decide comenzar a dar
unos viajes por el país, recorriendo pueblitos chicos sin hacer mucho ruido, y
es en uno de estos pueblitos donde queda la grande y se le desata la custión,
es decir, la sociopatía.
Decide visitar la casa de un viejo amigo de la guerra, que
peleó en su escuadrón, pero al llegar se entera que éste ha muerto de un
terrible cáncer causado por no sé qué sustancia terrible de Vietnam (bueno,
según lo que la esposa del amigo le dice a Rambo). La noticia lo deja super
triste y pensativo. Caminando así, ensimismado y pensando en la fragilidad de
la vida, lo detiene una patrulla de policías, manejada por el Sheriff Will
Teasle, y, como todo paco bueno para dar jugo, comienza a darle su sermón; que
vire mejor, que el pueblo es requete tranquilo, que él tiene pura pinta de
revoltoso y bla bla bla, pero el Jhony no pescaba, por lo tanto derechito para
la comisaría, y aquí los pacos se van en la tremenda volá y le empiezan a pegar
por nada, lo bañan con una manguera vacilando pesadamente el abuso de poder y
el Jhony callado, no dice nada, pero cada vez que lo golpean recuerda alguna
pésima escena de la guerra, hasta que ya no aguanta más y qué creen ustedes que
le pasa?, se pianta, les pega sus combos y logra arrancarse de la comisaría en
una moto que maneja como los dioses. Comienza una persecución que lleva a Rambo a internarse en un bosque,
donde aplica su primer camuflaje y su tan clásico cintillo en la frente, aquí
mata a un par de policías aunque siempre sin querer, pero los pacos obvio que
quieren capturarlo a toda costa, piden refuerzos y ya no es sólo el Sheriff
Teasle quien lo persigue, si no medio Estados Unidos, pero paco que se acerca,
paco que el Jhony se lo pasea, es que está entrenado o, como me dijo un amigo,
“es que está programado para matar”. Jhon Rambo es casi imparable, sólo hay una
forma de frenar al loquito o, mejor dicho, sólo hay un hombre que puede parar
al loquito y éste es el coronel Trautman, su antiguo jefe o líder o no sé cómo
se llaman en lenguaje guerrístico, pero en resumen, el que la llevaba en
Vietnam. Cada segundo que pasa, la película se pone más explosiva, más llena de
barro, más entretenida, más violenta.
Es chistosa la sensación que queda al final, porque no
podemos negar que Rambo está del chape pero es el bueno de la película, y es el
bueno porque da cara, porque grita cuando tiene que gritar y pega el combo
cuando tiene que pegarlo. Porque es un dañado y tiene como un derecho ganado de
piantarse por lo mismo.
Yo soy una dañada así como el 98 % de la gente que vacilo. Y
defiendo la violencia, pero yo hablo de la violencia como una coordinación de
acción, como un movimiento en esta rutinaria vida, como una discusión con
fuerza en la micro, o en el carrete, como una palabra que te sale de la guata y
que todos la quedan mirando cuando se queda rebotando en las paredes de los
oídos de los que te miran asustados. No hablo de la violencia que sale en las noticias, o en
la propaganda del pelmazo de Carol Dance, no hablo de la violencia como un abuso de poder, hablo de
estar atentos, de creer en la violencia como una acción que posibilita el
cambio aunque nos duela, aunque nos toque, aunque nos marque.
La violencia es una actitud que nos invita a movernos, que
nos invita a decidirnos, que da seguridad a nuestros movimientos cuando estos
tambalean, le da fuerza a nuestros ideales y los materializa, nos guía a veces
y nos levanta en otras. No quiero ser una cobarde, porque cuando me quedo
callada y no grito lo que tengo que gritar, ese grito se me queda en la guata
como un retorcijón maldito y me retumba después en la memoria para recordarme
lo cobarde que soy, para recordarme que me quede callada aun cuando las
palabras me apretaban la garganta, para recordarme que no hice nada, para recordarme que no grité, que no lloré,
que no pegué, o que no amé con toda la fuerza que tenía que hacerlo. En
síntesis, para recordarme que dentro de todos nosotros los dañados vive un Jhon
Rambo y que podemos dejarlo salir, siempre que lo necesitemos.
------------------ Señorita Miel ----------------------------
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