lunes, 24 de septiembre de 2012

Rambo (1982 - Dir. Ted Kotcheff)




 Rambo  (1982 - Dir.  Ted  Kotcheff)



Mido 1,50 y soy entera violenta…


Siempre he confundido - no sé si por mi falta de memoria o por la participación del mismo actor-  estas dos películas; Rambo y Rocky, pero esta reseña en particular trata de la primera. 

Jhon James Rambo es un hombre que peleó en la guerra de Vietnam, por lo tanto trae consigo una pila de daños inimaginables. No solo peleó, fue líder de un superescuadrón de las fuerzas especiales gringas, fue torturado, golpeado, atormentado y vapuleado por cuanto chino vietnamita se le cruzó por delante, pero dio cara y logró volver a su país al terminar la guerra. Pero por supuesto que con toda la cantidad de daños que traía consigo, el pobre Jhony difícilmente volvería a ser un ciudadano común y ni más ni menos, llego convertido en tremendo sociópata. Este perfil uno se lo hace ya casi al final de la película, eso sí, así que comencemos por el principio.

Como este loquito no vacilaba la vida cotidiana, onda comprar el pan y ver las noticias, se hace el ánimo y decide comenzar a dar unos viajes por el país, recorriendo pueblitos chicos sin hacer mucho ruido, y es en uno de estos pueblitos donde queda la grande y se le desata la custión, es decir, la sociopatía.

Decide visitar la casa de un viejo amigo de la guerra, que peleó en su escuadrón, pero al llegar se entera que éste ha muerto de un terrible cáncer causado por no sé qué sustancia terrible de Vietnam (bueno, según lo que la esposa del amigo le dice a Rambo). La noticia lo deja super triste y pensativo. Caminando así, ensimismado y pensando en la fragilidad de la vida, lo detiene una patrulla de policías, manejada por el Sheriff Will Teasle, y, como todo paco bueno para dar jugo, comienza a darle su sermón; que vire mejor, que el pueblo es requete tranquilo, que él tiene pura pinta de revoltoso y bla bla bla, pero el Jhony no pescaba, por lo tanto derechito para la comisaría, y aquí los pacos se van en la tremenda volá y le empiezan a pegar por nada, lo bañan con una manguera vacilando pesadamente el abuso de poder y el Jhony callado, no dice nada, pero cada vez que lo golpean recuerda alguna pésima escena de la guerra, hasta que ya no aguanta más y qué creen ustedes que le pasa?, se pianta, les pega sus combos y logra arrancarse de la comisaría en una moto que maneja como los dioses. Comienza una persecución  que lleva a Rambo a internarse en un bosque, donde aplica su primer camuflaje y su tan clásico cintillo en la frente, aquí mata a un par de policías aunque siempre sin querer, pero los pacos obvio que quieren capturarlo a toda costa, piden refuerzos y ya no es sólo el Sheriff Teasle quien lo persigue, si no medio Estados Unidos, pero paco que se acerca, paco que el Jhony se lo pasea, es que está entrenado o, como me dijo un amigo, “es que está programado para matar”. Jhon Rambo es casi imparable, sólo hay una forma de frenar al loquito o, mejor dicho, sólo hay un hombre que puede parar al loquito y éste es el coronel Trautman, su antiguo jefe o líder o no sé cómo se llaman en lenguaje guerrístico, pero en resumen, el que la llevaba en Vietnam. Cada segundo que pasa, la película se pone más explosiva, más llena de barro, más entretenida,  más violenta.

Es chistosa la sensación que queda al final, porque no podemos negar que Rambo está del chape pero es el bueno de la película, y es el bueno porque da cara, porque grita cuando tiene que gritar y pega el combo cuando tiene que pegarlo. Porque es un dañado y tiene como un derecho ganado de piantarse por lo mismo.

Yo soy una dañada así como el 98 % de la gente que vacilo. Y defiendo la violencia, pero yo hablo de la violencia como una coordinación de acción, como un movimiento en esta rutinaria vida, como una discusión con fuerza en la micro, o en el carrete, como una palabra que te sale de la guata y que todos la quedan mirando cuando se queda rebotando en las paredes de los oídos de los que te miran asustados. No hablo de  la violencia que sale en las noticias, o en la propaganda del pelmazo de Carol Dance, no hablo de la violencia como un abuso de poder, hablo de estar atentos, de creer en la violencia como una acción que posibilita el cambio aunque nos duela, aunque nos toque, aunque nos marque. 
La violencia es una actitud que nos invita a movernos, que nos invita a decidirnos, que da seguridad a nuestros movimientos cuando estos tambalean, le da fuerza a nuestros ideales y los materializa, nos guía a veces y nos levanta en otras. No quiero ser una cobarde, porque cuando me quedo callada y no grito lo que tengo que gritar, ese grito se me queda en la guata como un retorcijón maldito y me retumba después en la memoria para recordarme lo cobarde que soy, para recordarme que me quede callada aun cuando las palabras me apretaban la garganta, para recordarme que no hice nada,  para recordarme que no grité, que no lloré, que no pegué, o que no amé con toda la fuerza que tenía que hacerlo. En síntesis, para recordarme que dentro de todos nosotros los dañados vive un Jhon Rambo y que podemos dejarlo salir, siempre que lo necesitemos.


------------------   Señorita Miel ----------------------------