Ah, desert! Chilled monkey brains.
Indiana Jones es mi héroe, lo fue desde que tengo 9 años y
hoy que tengo hartos más lo sigue siendo y lo será por siempre.
Cuando era chica y jugaba en el destartalado patio de mi
casa, soñaba con que Indiana llegaba y me invitaba a alguna de sus aventuras, jamás
soñé con ser él, eso era imposible, una blasfemia, tampoco una de las damiselas
que lo acompañaban, eran asustadizas y mi etapa de princesa ya estaba culminando.
Yo quería ser su compañero de aventuras, llevarle su látigo, acercar su
elefante para que él lo montara, salvarlo en la peor de las emboscadas.
Pucha que hice hoyos, pucha que me inventé mapas, y tú, mi
querido Indie, nunca pasaste por mí. Me conformé con ver tus películas 200
veces, y la primera que vi, no se me olvido nunca más.
La primera aventura de mi queridísimo
Doctor Jones o la primera de la que yo me enteré, comienza en Shangai.
Henry Walton Jones Jr, es un respetado profesor de arqueología en una
universidad de New york en los flamantes años 30, pero en sus tiempos libres se
dedica a encontrar arcas perdidas y cuanto objeto bacán esté enterrado y sea
trascendental y cósmicamente importante para la humanidad. En esta oportunidad,
ha encontrado las cenizas del Nuahchi, el primer emperador de no sé qué
dinastía, la cosa es que va a un bar, y
lo cambia por un por supuesto valioso diamante pero el dueño del bar y sus hijos, le tienden una
trampa. Envenenado y engañado, logra zafarse de la emboscada y toma una rehén, la bella damisela, que en esta aventura es una blonda cantante. A
las afueras del bar lo espera su compañero “Shorty”, una sabandija coreana, de
como 8 años, que tiene la suerte que yo no tengo, y manejando un auto, lo ayuda a escapar. Toman una avioneta
pensando en que han zafado, pero esta es manejada por los secuaces del emboscador,
así que saltan en paracaídas. Si estuviéramos hablando de otro, y no de Indie, por supuesto que mueren estrellados en
cualquier montaña o risco, pero no, el arqueólogo se las ingenia para
convencerlos de saltar en una balsa a modo de paracaídas que los lleva a un lugar en la India, una aldea azotada por
la hambruna y la falta de agua. El sacerdote de la aldea reconoce en los ojos
de Indie la bondad y le pide que lo ayude. Les cuenta que el templo tiene un
nuevo "Maharaja" (Algo así como el supremo sacerdote de por esos lados), adorador del mal, les han robado la piedra sagrada y sus niños
han desaparecido.
Indie acepta el desafió y se dirige al templo, y es aquí donde se viene la escena de comidas mas bacanísima de todas las películas “helado de sesos de mono, señor”, “serpiente con sorpresa, señor” y una serie de comidas así de ricas. En el templo están todos como locos y misteriosos, y obviamente lo misterioso tiene que ver con la aldea y la desaparición de los niños. Indie y los demás, se van a descansar pero intentan matarlos. Indie y Shorty escapan, pero Willie deberá seguirlos y rescatarlos y poner a prueba sus mayores temores. Es aquí donde Shorty, Willie e Indie se dan cuenta de la ondita del Maharaja: Están todos metidos en una secta, sacando corazones, haciendo sacrificios y mas encima en la onda de la explotación infantil, problemas a los que sólo alguien, tan inteligente, guapo, valiente (excepto si hay una serpiente cerca), cómo el Dr. Jones podría dar solución.
Crecemos y nos inmovilizamos. Se nos olvida imaginar, crear y aventurar. Planificamos todo, estructuramos todo, sistematizamos todo. ¡ohh maldita rutina robadora de aventuras! , como nos paralizas y nos vuelves zombis de nuestras propias decisiones, como nos indeferencias frente a los otros y a lo otro.
Pero ¿ y si un dia acompañamos a Indie? así creyendo en la aventura, creyendo en que ponemos encontrar cualquier cosa. Lo que sea, una nueva pega, una calavera de cristal, un loco amor. Da igual que sea en Shangai, en Bali, en Santiago o en Quillota, cualquier lugar sirve, para aventurar.
No digamos que yo, por estos dias, soy una aventurera, pero con Indie tenemos mucho en común, yo también soy profesora, (no de una universidad, pero profe igual), odio a las serpientes tanto como el y me encantaría tener un látigo, y de vez en cuando, sobre todo cuando veo por millonesima vez la peli, sigo buscando y aventurando, como saben si por ahí, por ahí encuentro el tesoro que todos buscamos.
-Señorita miel.